" Nunca me han gustado los aeropuertos. Siempre he considerado que hay que pasar demasiadas barreras para poder disfrutar de un avión. Los controles, las facturaciones, el temor a las pérdidas apestan enormemente ese lugar.
Leí una vez un estudio que explicaba que el corazón de una persona no para de latir a toda velocidad desde que entra en un aeropuerto. Y esa aceleración es debida a las..Prisas por encontrar el mostrador de facturación, por facturar lo deseado o no facturar absolutamente nada y que te obliguen a facturarlo todo, por obtener el asiento perfecto, por pasar el control de seguridad, por embarcar más rápido, por poder colocar las maletas de mano en el avión y que no te las envíen a la bodega, por el nerviosismo del despegue, por aquellos instantes de turbulencias, por el miedo al aterrizaje, por salir rápidamente del avión, por encontrar la cinta de equipajes, por marcharte del aeropuerto y por llegar a tu destino final.
Lo increíble del estudio es que lo que menos altera las pulsaciones es el viaje en avión propiamente dicho y lo que más, el colocar la maleta de mano. La importancia de que nuestra posesión esté segura cerca de nosotros. Y lo ideal como siempre, es que resida encima de nuestra cabeza.
El ser humano es extraño y complejo"
La resaca del mar esconde los anhelos de aquellos que lloran la ausencia de los que esperan al otro lado...su vaivén responde excusas por las que volver. Pero había veces en las que la calma inundaba todo el lugar denotando esperanzas en los que esperan que alguien les espere...
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